Los ciegos ante el ser trascendente

“Los ciegos para el Ser pasan, incluso, por ser los únicos que ven de verdad.”
Martin Heidegger

domingo, 1 de abril de 2007

Identidad europea, judaísmo y hermenéutica


Para tratar globalmente del tema enunciado, la influencia del judaísmo en Europa, es necesario tener en cuenta que los judíos, en el esfuerzo por integrarse en la cultura que en cada momento les rodeaba y en la confrontación que han mantenido constantemente con la enorme diversidad de culturas con las que han tenido que convivir, en muchas ocasiones han perdido su identidad en lo referente a la fe y han sido sujetos completamente agnósticos que han tratado de aportar a la cultura europea una serie de posiciones filosóficas, sin embargo muy concretas, que tienen que ver con cierto relativismo, en parte beneficioso y en parte perjudicial, en relación al conocimiento y a los valores.
Tendríamos que preguntarnos también: ¿Qué es la cultura? Esta sería la primera pregunta a dilucidar antes de ver la influencia que el judaísmo ha tenido en la misma, tanto a nivel europeo como a nivel internacional, pues decir que el judaísmo ha influido en Europa sería afirmar que lo ha hecho a nivel internacional también a causa de la difusión extraordinaria que el paradigma cultural europeo ha venido teniendo en determinados países de otros continentes y que luego repercute sobre la propia cultura europea de algún modo.
La relación del judaísmo con la cultura no debe mirarse sólo desde el punto de vista de la religión, pues éste (el judaísmo) tiene una dimensión étnica y cultural que abarca muchos otros aspectos.
Entrando en unas pequeñas reflexiones sobre lo que es cultura diremos que para algunos sólo lo sería la producción más elevada del ser humano como el arte, la ciencia, la filosofía y la literatura. Para otros, la cultura abarcaría todo aquello que el hombre es capaz de hacer o producir. El término “cultura” se desarrolla en Europa a fines del siglo XVIII y principios del XIX refiriéndose a la forma de vida de un pueblo y a sus cualidades intelectuales y materiales.
El desarrollo del concepto de cultura en Europa presenta dos grandes líneas: una, representada entre otros por Peter Berger que resalta la diversidad cultural; se podría decir que representa la opción del relativismo cultural. La otra, personificada en un principio por Hegel, plantea el concepto de cultura europea como cultura superior, o etapa superior del desarrollo histórico de la humanidad.
Hegel parte del concepto de historia de la humanidad como algo que va evolucionando hacia una forma superior de cultura y, para él, ésta se identifica con la cultura europea, la cual es la heredera y superadora de las culturas precedentes.
La preocupación judía por la cultura en este contexto también surge en la modernidad. Los judíos están discutiendo cómo adaptarse a esa cultura europea que se está gestando en la modernidad europea en su lucha contra el feudalismo. En esta época, cuando los judíos empezaron a hablar de adaptarse a la cultura europea, hablaron también de esta cultura como superior a las demás. Este fenómeno ocurre principalmente en Alemania, uno de los primeros países en modernizarse.
En este sentido, diremos que el primer periódico judío que aparece en la modernidad fue un periódico publicado en Alemania llamado "Shulamit" en el año 1806. Tenía el siguiente subtítulo: "un periódico dirigido a promover la cultura y la humanidad entre la nación judía". El propósito del mismo no era otro que integrar a los judíos en la cultura europea entendida en el primer sentido que enunciábamos, es decir, como producción más elevada del ser humano: ciencia, arte, filosofía, literatura, etc. A este respecto su objetivo era estimular a los judíos en la lucha por la emancipación e integración en esta cultura, cultivando la razón y la sensibilidad estética.
La experiencia del pueblo judío como tal pueblo en diáspora ha sido una experiencia singular. A diferencia de otros pueblos que se han desarrollado en su propio modelo tradicional de sociedad, tuvo que estar en perpetua confrontación, como decíamos, con una enorme cantidad de opciones culturales, de posibilidades de elección, con un sinnúmero de creencias, valores y concepciones del mundo entre las que pudo elegir. La búsqueda de una cultura judía implicó un abandono progresivo de los rituales y la vida judía religiosa y un proceso de secularización.
No es cierto que hayan estado atrincherados, por completo al menos, dentro de su religión; sobre todo los judíos más cultos de su época. Martín Buber lo expresó del siguiente modo: "el judío moderno sufre una disyuntiva entre su comunidad de sustancia, el origen étnico, y su comunidad objetiva, de lenguaje, paisajes y costumbres". Por tanto, una disyuntiva entre su identidad digamos auténticamente sentida y la del lugar concreto donde vive y que es la que, al final va modelando su forma de actuar en la vida.
En definitiva, lo que pretendió este movimiento de integración judía en la cultura fue poder presentar de cara a la modernidad un judaísmo asimilable al contexto de la cultura europea donde se desarrollaba su vida.
La cultura, no es una estructura eclesiástica ni un código moral, sino una crítica incesante de sí misma. Por tanto, era necesario revalorizar todo con sentido crítico. Fue así naciendo la posibilidad del preguntarse por lo judío y por lo no judío: La cultura del entorno donde se vivía. Fue naciendo la posibilidad de la polémica, la cultura del cuestionamiento, lo que se llama en hebreo la cultura de la "majloket" que es esencialmente una postura judía frente al mundo. Así vemos cómo nace uno de los temas centrales de la cultura judía, la importancia de la polémica.
Surge aquí el contexto hermenéutico, es decir la idea fundamental en hermenéutica de que un texto ofrece múltiples interpretaciones, lo cual implica que no existe una interpretación correcta. Esto, a su vez, nos lleva a abandonar la disyuntiva de verdadero o falso, para ingresar en la llamada lógica del significado.
Frente a los textos, a nuestro pasado, a nuestra historia, hay todo tipo de interpretaciones, de perspectivas, de puntos de vista; existe toda clase de verdad y consecuentemente no hay verdad fija y dogmática.
Crecer como judío es históricamente crecer en un espacio intersticial, en un espacio “entre”. Podemos así comprender las filosofías de un Buber o de un Lévinas. Incluso la filosofía de Paul Ricoeur que es una filosofía del diálogo entre autores, una filosofía del “entre” creativo entre posturas dispares, puede ser comprendida mejor. Podríamos decir que en esta forma netamente judía y hermenéutica de filosofar la pregunta no debe aguardar la respuesta, la respuesta es fatal para la pregunta.
Mientras se mantiene la pregunta las cosas son consideradas como posibilidades. El judaísmo como cultura que se interroga en el borde de dos culturas es, esencialmente, un fenómeno meta-cultural mucho más allá de la religión. El judaísmo desde esta segunda perspectiva del preguntarse, del cuestionarse, puede verse entonces como un fenómeno eminentemente revolucionario y transgresor.
De este modo Emanuel Levinás, filósofo, talmudista, lituano afirmó: "No creo que la revolución deba ser definida en una manera puramente formal como la violencia para desbancar un cierto orden, ni siquiera creo que sea suficiente definir la revolución como el espíritu de sacrificio, había mucho espíritu de sacrificio entre las filas de quienes seguían a Hitler; la revolución debe ser definida por su contenido, por valores; la revolución ocurre cuando uno libera al hombre, es decir, la revolución sucede cuando se arranca al hombre del determinismo económico".
En esta tesitura, puedo ahora explicar la postura crítica que anuncié en un principio: Esta forma de filosofar y de enfrentarse a la vida, me parece profundamente liberadora e impulsora del desarrollo e innovación de la conciencia individual y de los pueblos frente a posturas demasiado tradicionales que pretenden que todo siga como está, pero me parece también, en parte, disgregadora de auténticos valores que Europa y el mundo tenían consolidados gracias a las herencias tradicionales como el cristianismo, aunque no es la única ni mucho menos, valores que valía la pena conservar por ser produndamente humanos y en sintonía con nuestra naturaleza racional, reflexiva y solidaria.

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