Los ciegos ante el ser trascendente

“Los ciegos para el Ser pasan, incluso, por ser los únicos que ven de verdad.”
Martin Heidegger

viernes, 5 de febrero de 2010

La identidad moral y la Buena Voluntad en Kant



“La buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, no es buena por su adecuación para alcanzar algún fin que nos hayamos propuesto; es buena sólo por el querer, es decir, es buena en sí misma. Considerada por sí misma, es, sin comparación, muchísimo más valiosa que todo lo que por medio de ella pudiéramos verificar en provecho o gracia de alguna inclinación y, si se quiere, de la suma de todas las inclinaciones. Aun cuando, por particulares enconos del azar o por la mezquindad de una naturaleza madrastra, le faltase por completo a esa voluntad la facultad de sacar adelante su propósito; si, a pesar de sus mayores esfuerzos, no pudiera llevar a cabo nada y sólo quedase la buena voluntad -no desde luego como un mero deseo, sino como el acopio de todos los medios que están en nuestro poder-, sería esa buena voluntad como una joya brillante por sí misma, como algo que en sí mismo posee su pleno valor. La utilidad o la esterilidad no pueden ni añadir ni quitar nada a ese valor. Serían, por decirlo así, como la montura, para poderla tener más a la mano en el comercio vulgar o llamar la atención de los poco versados-, que los peritos no necesitan de tales reclamos para determinar su valor.”

(Inmanuel Kant, Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, Capítulo I.)

Comentario: En perfecta armonía con su ética del deber por mor del deber, Kant coloca en el frontispicio de esta obra cumbre el valor ético absoluto en el ejercicio constante de una Buena Voluntad.

Nada que tenga que ver con las inclinaciones del cuerpo puede hacer bueno el acto: ningún interés material (el tener en Paul Ricoeur) ningún interés de fama (el interés del Valer en el mismo autor) ni tampoco ningún falso valor ligado a lo que Paul Ricoeur llamaba del Poder. Todos ellos responden al egoísmo de la personalidad y no a los intereses de la razón pura práctica, es decir, a los intereses genuinamente éticos.