Los ciegos ante el ser trascendente

“Los ciegos para el Ser pasan, incluso, por ser los únicos que ven de verdad.”
Martin Heidegger

jueves, 23 de junio de 2011

Libertad y consejo


El dar consejos, el intentar consolar, el procurar que mediante nuestra intervención bienintencionada llena de ganas de evitar el sufrimiento de  un amigo podamos arreglar lo que hace sufrir a una persona o evitar que llegue a su vida lo funesto y la haga desgraciada es, en principio, una de las tareas más difíciles entre las que puede encarar cualquiera de nosotros.

Por una parte, nos encontramos con que la libertad es algo fundamental y la persona que está en dificultades ha de pedir ese consuelo o esa ayuda de alguna manera o al menos mostrar -y que lo veamos claramente- que está abierta y va a ser mínimamente receptiva a la ayuda que queremos ofrecerle. Entre personas adultas, libres y responsables ha de ser así. La persona ha de aprender por sí misma. Eso incluye que si pide consejo se le de, pero es ella la que debe decidir en última instancia, nunca nosotros por ella.

El motivo profundo de esto último es que si no obramos libremente nunca aprenderemos a ser responsables y a tener verdaderas experiencias que nos enriquezcan. Es así ya pues la mayoría de las veces no despertamos hasta que aprendemos por nosotros mismos tomando nuestras decisiones; aunque nos equivoquemos y suframos las consecuencias o precisamente por eso.

Por otra parte, los asuntos de la vida son tan serios en muchas ocasiones que nadie por nosotros puede decidir. Sí que pueden orientarnos y debemos buscar consejo antes de decidir, pero, repito, la última decisión ha de ser nuestra; no debemos delegar en nadie nuestra libertad pues no debemos luego echar la culpa a nadie de las consecuencias sino sólo a nosotros mismos.