Los ciegos ante el ser trascendente

“Los ciegos para el Ser pasan, incluso, por ser los únicos que ven de verdad.”
Martin Heidegger

lunes, 1 de julio de 2019




“El hecho fundamental de la existencia humana 
no es ni el individuo en cuanto tal ni la 
colectividad en cuanto tal. Ambas cosas, 
consideradas en sí mismas, no pasan de ser 
formidables abstracciones. El individuo es un 
hecho de la existencia en la medida en que entra 
en relaciones vivas con otros individuos; la 
colectividad es un hecho de la existencia en la 
medida en que se edifica con vivas unidades en 
relación. El hecho fundamental de la existencia 
humana es el hombre con el hombre. [...]. Sus 
raíces se hallan en que un ser busca a otro ser, 
como este otro ser concreto, para comunicar con 
él en una esfera común a los dos pero que 
sobrepasa el campo propio de cada uno. Esta 
esfera, que ya está plantada con la existencia del 
hombre como hombre pero que todavía no ha 
sido conceptualmente dibujada, la denomino la 
esfera del `entre´”. 
Martín Buber, ¿Qué es el hombre?, F.C.E., 
México, 1949, pp. 146-147.


Maravilloso equilibrio conceptual del dictamen que da el corazón como centro ético del hombre. Vemos aquí a Martín Buber en su mejor versión.

Lo que el hombre de la materia no ve, ya que su egoísmo no le permite remontar interiormente más allá del cerrado circulo de su ego, lo que este hombre jamás puede descubrir, lo descubre, sin embargo, un corazón abierto al otro, al semejante a nosotros en humanidad aunque diferente en su personalidad.

"El hombre con el hombre" hecho fundamental sin el que no hay hombre;  lo personal fruto de la fecundación de lo social que nos nutre y nos constituye; lo social como confluencia de las manos y corazones de todos en una tarea humana común. Eso es el hombre, eso es la humanidad.


domingo, 27 de septiembre de 2015

La importancia de educar correctamente nuestras emociones



El CUERPO ASTRAL DE HOMBRE MENTALMENTE EVOLUCIONADO

La importancia del llamado cuerpo astral para la evolución espiritual y para la salud del cuerpo físico es fundamental si queremos progresar tanto en el sentido espiritual como en todos los demás sentidos que atañen a nuestra vida en la Tierra.

Voy a insertar hoy un largo texto tomado del libro de Arthur Powell, El Cuerpo Astral, libro absolutamente clarificador para todo el que quiera poseer las nociones básicas pero profundas del Camino o sabiduría eterna.
Por no hacer demasiado largo este artículo sólo diré que existe una íntima conexión entre los cuerpos Causal, donde están los principios manásicos (inteligencia superior), búdico (sabiduría y amor superiores) y átmico (voluntad suprema del ser) y los cuerpos Mental inferior (capacidad discursiva o de razonamiento), Astral (emociones, sentimientos), Etérico (vitalidad biológica, sexual-reproductiva, etc.) y el cuerpo Físico (soporte de todos los demás en conexión con el mundo físico).

Los tres principios del cuerpo Causal, enunciados primero, pertenecen al Ego superior o Yo real, llamada también alma en el sentido superior; no el alma que está más en contacto con el cuerpo e imbuida de las preocupaciones externas por la vida. Esta última corresponde a la personalidad o yo inferior, ni siquiera a la individualidad que es fruto del segundo nacimiento, cuando el Ego superior controla a la personalidad y al cuerpo (esto último explicado en términos del Cuarto Camino de Gurdjieff y del Quinto Camino de Mouravieff.)

Lo que se ve claro en este largo texto (por no mutilar partes esenciales) es la influencia del cuerpo astral, por una parte en la salud del cuerpo físico y, por otra, en la paz y desarrollo del Ego superior o Yo real.

Es decir, el cuerpo astral si no está correctamente desarrollado y controlado por los principios superiores (Cuerpo Causal), puede impedir con sus olas de emocionalidad: mal carácter, pesadumbres, negatividad, malos pensamientos de otros, egoísmo, agresividad, etc. todo desarrollo superior y causar, además, la ruina de la salud del cuerpo físico como observamos hoy en tantas personas que no saben si acudir al médico o al psiquiatra intuyendo que sus emociones sin control están acabando con ellas.

Arthur Powell en su obra El Cuerpo Astral describe magistralmente este cuerpo en diversos diversos tipos de seres humanos según su evolución interior.


"Las características dominantes de los tres tipos ilustrados, el salvaje, el hombre vulgar y el hombre evolucionado, se pueden compendiar como sigue:
 
Tipo salvaje: Son conspicuos en gran medida el sensualismo, el engaño, el egoísmo y la codicia; la ira violenta está implicada por manchas y salpicaduras de escarlata opaco; muestra pocos afectos; el intelecto y el sentimiento religioso que aparezcan será de la clase más inferior. El delineamiento del cuerpo astral es irregular y los colores borrosos, densos y pesados.

 
Todo el cuerpo aparece, evidentemente, mal regulado, confuso y desordenado.

 
El hombre vulgar: El sensualismo, aunque menos, es todavía prominente; el egoísmo lo es también, y aparece cierta capacidad para el engaño con fines personales; aunque el verde empieza a dividirse en dos calidades distintas, demostrando que la astucia se está transformando gradualmente en adaptabilidad. La cólera está todavía marcada; los afectos, el intelecto y la devoción son más aparentes y de calidad superior.
 

Los colores, en general, están más claramente definidos, son más brillantes, aunque ninguno es perfectamente limpio. El delineamiento del cuerpo es más definido y regular.
 

El hombre evolucionado: Las cualidades indeseables han desaparecido casi completamente; a través de la parte superior del cuerpo hay una franja de color lila, indicadora de aspiración espiritual; sobre la cabeza, y envolviéndola, aparece una nube de color amarillo brillante de intelecto; debajo hay una ancha franja del azul de la devoción; luego, a través del tronco, se ve una franja todavía más ancha del rosa de los afectos, y en la parte inferior del cuerpo, se encuentra una gran cantidad de verde de adaptabilidad y de simpatía. Los colores son brillantes, luminosos, en bandas claramente marcadas; el delineamiento del cuerpo está bien definido y da la impresión de estar bien ordenado y bajo perfecto dominio.
 

Aunque en esta obra no vamos a tratar del cuerpo mental, hemos de decir que a medida que el hombre progresa, su cuerpo astral se parece cada vez más al cuerpo mental, hasta que deviene casi el reflejo de éste en la materia más grosera del plano astral. Esto, naturalmente, indica que la mente del hombre domina del todo los deseos del mismo, y no es probable que sea arrastrado por impulsos emotivos. Un hombre así estará, indudablemente, sujeto a irritabilidad ocasional y a anhelos indeseables de varias clases, pero sabe lo bastante para reprimir estas bajas manifestaciones y no ceder a ellas.
 

En una etapa más avanzada, el cuerpo mental mismo deviene un reflejo del cuerpo causal, puesto que el hombre, entonces, aprende a responder únicamente a los impulsos del Ser superior, el Ego, y guiar sus razonamientos por ellos exclusivamente.
 

De manera que el cuerpo mental y el astral de un Arhat no sólo poseerán coloración característica propia, sino que serán reproducciones de los colores del cuerpo causal, hasta donde las octavas inferiores de dichos cuerpos puedan expresarlos. Son colores bellamente iridiscentes, con una especie de efecto de madreperla opalescente, que es imposible describir o representar.
 

Un hombre evolucionado tiene en su cuerpo astral cinco grados de vibración; el hombre vulgar muestra a lo menos nueve grados, con mezcla de varios tonos además. Muchas personas tienen 50 ó 100 grados, de manera que la entera superficie está cubierta de una infinidad de pequeños remolinos y de corrientes entrecruzadas; todas batallando unas contra otras en loca confusión. Esto es resultado de emociones y preocupaciones innecesarias; por lo común, los occidentales acusan tal condición, la cual es causa de que disipen gran parte de su energía.
 

Un cuerpo astral que vibre de cincuenta maneras distintas al mismo tiempo, no sólo es feo, sino una grave molestia. Se lo puede comparar a un cuerpo físico que sufre una parálisis grave, con todos los miembros sacudiéndose simultáneamente en diferentes direcciones. Tales efectos astral es son contagiosos y afectan a toda persona sensitiva que se acerque, la cual siente una dolorosa sensación de inquietud y preocupación. Precisamente porque millones de seres humanos se sienten innecesariamente agitados por toda clase de torpes deseos y sentimientos, es tan incómodo para una persona sensitiva vivir en una gran ciudad o mezclarse con la multitud. Las perturbaciones astrales constantes pueden llegar a afectar al doble etérico y dar origen a enfermedades nerviosas.
 

Los centros de inflamación del cuerpo astral son como los tumores del cuerpo físico; no sólo agudamente incómodos, sino también puntos débiles por los cuales se disipa la vitalidad.Además, no ofrecen resistencia efectiva alguna contra las malas influencias, a la vez que impiden que las buenas sean provechosas. Esta condición está dolorosamente generalizada; el remedio está en eliminar las preocupaciones, el temor y el fastidio. El estudiante de ocultismo ha de evitar, bajo todas las circunstancias, sentimientos personales que puedan ser afectados."
 

(Arthur Powell, El Cuerpo Astral).

viernes, 19 de septiembre de 2014

Ecología y ética


Para mí, el núcleo de la concienciación ecológica está precisamente en que no hay que dejar de polucionar solamente cuando no tenemos más remedio por propia supervivencia o economía o cuando la fuente de energía está cara.

Debemos tener tal conciencia ecológica y de amor a la evolución, al planeta, a la humanidad y a las evoluciones mineral, vegetal y animal, que junto a la nuestra están en este planeta, que procuremos en todo instante y con todos nuestros medios no contaminar y no alterar esta evolución.

Andar hasta un kilómetro con el pequeño chicle envuelto hasta poder tirarlo en el sitio adecuado. Ver a un caracol en la carretera y pararse a ponerlo al margen sobre las matas, no levantar una piedra en el campo porque debajo estén anidando pequeñas larvas, reciclar los elementos que salen de nuestra vida en el hogar cada uno en su contenedor; recoger una pequeña pila en la calle porque son tremendamente contaminantes, contribuir con internet a difundir en todas parte la mentalidad de salud en la alimentación y en la cura natural de enfermedades, denunciar los abusos de las grandes farmacéuticas y las leyes contra la naturaleza y la humanidad que subsisten.

En fin, cuando todo esto se tenga claro y no nos tengan que obligar ni decir nada para hacerlo seguramente avanzaremos en este camino.

Voy más lejos: no contaminar con malos sentimientos y pensamientos el campo de "respiración" de la humanidad pues esto produce a la larga guerras y daños tremendos de todo tipo... en fin, para qué seguir, creo que se comprende la profunda conciencia que debemos desarrollar y hacerlo activamente porque queremos el Bien, así con mayúsculas y sin distinciones.

viernes, 28 de marzo de 2014

Desmoralización



Cuando al ser humano le falta la energía superior, que es lo que sustenta en lo más profundo nuestra psique, lo que nos da fuerzas y consuelo interior, todo es posible en cuanto a degradación moral y de toda la personalidad.

Es como si descendiésemos a planos energéticos y de vida inferiores donde rigen otras reglas contra nuestra naturaleza y donde lo pasamos mal y nos lo hacen pasar mal. Y todo esto sin abandonar el mismo entorno físico, social...

Aparentemente la vida es la misma. Nada ha cambiado. Sigue funcionando la gravedad y sale el sol cada mañana, pero, sin embargo nos va comiendo interiormente lo que Ortega y Gasset llamaba "desmoralización".

Es una componente humana energética y ética a un tiempo. Es una situación difícl de superar. Sólo se logra salir de ella cambiando nuestro comportamiento vital de un modo fundamental.

Esta situación proviene del egocentrismo. Es la clave que nos hace descender energética y éticamente; si no inmediatamente, sí a medio o largo plazo con total seguridad. Es cuando, en lugar de perseguir la auténtica solidaridad y unión, la ayuda mutua, el no ambicionar sino lo que honradamente tenemos y compartirlo con los demás, se persiguen los principios del tener, poder y valer que Ricoeur citaba como el fundamento de toda degeneración humana.


lunes, 28 de enero de 2013

Identidad y felicidad





¿Existe la Identidad o somos un ramillete de variados pensamientos, sentimientos y sensaciones como quería Hume? ¿Existe la felicidad o nos limitamos a la satisfacción momentánea de cada deseo, lo cual nos deja luego con mayor vacío del que teníamos? 

Si existe la identidad... ¿en qué consiste? ¿Es el recuerdo de las experiencias, sentimientos y pensamientos tenidos?, ¿Existe un yo que unifica todos estos estados siendo, él plenamente consciente e inalterable aún cuando no tengamos conciencia del mismo salvo en algunos momentos? ¿Cuál será, a su vez, la esencia de la felicidad? ¿A quién daremos la razón? ¿A Epicuro? ¿A Aristóteles?

¿Acaso no debemos preocuparnos sino por el cumplimiento de nuestro deber, con voluntad pura, como quería Kant? ¿Es la felicidad una mezcla de todo ello que manejamos sin tener un auténtico control de nosotros mismos?

Por otra parte, ¿Existen clases de identidad o se trata de una única identidad al menos para cada pueblo o cultura? ¿Cuál es el origen de la constitución de la identidad en nosotros? ¿Exiten clases de felicidad? ¿Existe una fórmula única de la felicidad? ¿Hay en nuestra vida momentos en los que se manifiesta la identidad y la felicidad con plena conciencia? ¿Hay momentos en que no sabemos quienes somos o que nos da igual la felicidad o el sufrimiento?

Finalmente, ¿qué relación existe entre identidad y felicidad? ¿Qué dimensión de la identidad puede realizarnos como personas maduras flexibles comprensivas y felices?

Tratemos de aclarar un poco tantos interrogantes. Nuestra identidad se va constituyendo por la identificación con ideas, costumbres, hábitos, lugares, creencias, grupos, etc. que en el curso de nuestra vida se han presentado a nuestra experiencia o conocimiento. Todas estas identificaciones, las realizamos asumiendo valores morales presentes en toda acción, y narración, por ejemplo, cuando elegimos defender al débil o cuando leemos una buena obra literaria o vemos una película y analizamos moralmente a los personajes. Estos personajes nos llevan al compromiso y a la fidelidad, con un ideal, con unas instituciones o con algún grupo o persona.

Es por esto que nuestra identidad, lo que somos, nos lleva a elegir, a decidir y a defender una causa que creemos justa y valiosa moral y socialmente. Los valores nos hacen elegir entre personas, etnias o grupos necesitados de defensa.

Nos hacen luchar contra ideologías juzgadas dignas de rechazo: ultraderecha, nacionalismos fanáticos, fundamentalismos religiosos, mafias de cualquier tipo, dominio y opresión de un país sobre otros, explotación laboral de los niños, hambre en el mundo, etc. 

Es decir, esta asunción de valores, decisiones y acciones, nos hacen tener una identidad.

En consecuencia, la identidad que se va conformando gracias a nuestro proyecto de vida, tiene la fuerza integradora para hacer que nuestra subjetividad no esté errante, cambiando continuamente de unas ideas y deseos a otros. De aquí se deduce que la parte moral es la dimensión de nuestra persona que la puede constituir en una auténtica identidad feliz. La dimensión más fuerte del "sí-mismo" que determina nuestro proyecto final de felicidad. Esta parte integradora de la identidad esta constituida por la estima de sí junto a la solicitud por el otro, indisociable de la primera.

Según Aristóteles esta estima de sí y solicitud o estima del otro, constituía la base de la amistad que era la fuente de auténtica felicidad. Según Paul Ricoeur, lo que llamamos "corazón" es la síntesis de la dimensión afectiva que resume a su vez, las dimensiones del conocimiento y de la acción, siendo algo intermedio entre la felicidad y el deseo. El "corazón", al abarcar las síntesis de las dos dimensiones restantes del ser humano, a saber, la del conocimiento y la de la praxis o acción, es el centro electivo que, cuando "mira" al ideal de "vida buena" nos remite a la consecución de la felicidad mediada por la justicia, la cual es necesario intentar realizar poco a poco en nuestra vida y en la sociedad mediante el conocimiento y la acción (conducta responsable).

El ser humano busca permanecer en el ser: es lo que Spinoza llamaba el "conatus" o "afirmación originaria" de todo ser. Esta afirmación originaria es un modo de ser de la libertad y se ha de desarrollar en el auténtico desenvolvimiento ético de esta libertad en relación de aprecio y respeto de sí mismo y de los demás. De este modo el "permanecer" auténticamente en el ser o "conatus" depende de la consecución de una auténtica identidad integrada humana y socialmente. Depende de la plenitud de nuestra identidada y de esta plenitud, a su vez, depende el que nos sintamos profundamente -y no superficialmente como es generalmente el caso- felices y realizados.

La conciencia de libertad y la plena posesión de nuestro pasado por nuestra memoria (identidad), según Ricoeur, depende de un tema ético, la confesión y reconocimiento de nuestras culpas y errores y asunción de la responsabilidad correspondiente. Mediante esta auto-posesión plena de nosotros mismos en nuestra memoria y en nuestro sentimiento es realizada la alegría del "sí-mismo" y en consecuencia de una identidad realizada y plena que pueda ser útil a la plenitud y felicidad de los demas.

Sin embargo y, a pesar de todo esto... ¿logra de verdad la acción buena o ética cambiar el mundo o lo que arreglamos en un sentido se pervierte por otra parte?

En definitiva ¿Por qué durante milenios de historia conocida -y se sospecha que sólo conocemos una parte pequeña de la historia real de la humanidad- no hemos conseguido avanzar sino sólo materialmente en pequeña parte permaneciendo el sujeto en los planos morales y espirituales apenas sin cambio?

Estos dos interrogantes son los que nos hemos de plantear muy en serio -y no solamente cuando estamos deprimidos por algún fracaso- y ver si aún no hemos descubierto la auténtica verdad de la vida y su finalidad, es decir, no hemos dado solución a las grandes, profundas y fundamentales preguntas: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy?