Es un asunto fascinante y de obligado estudio (en sentido profundo) para cualquier interesado en avanzar en la sabiduría y en la trascendencia. La complejidad de definir el concepto de anales o registros akashicos con nuestros recursos expresivos es evidente. La dificultad en describirlos (no hablemos ya de comprenderlos) no estriba únicamente en la limitación expresiva que padecemos; también obedece al conocimiento parcial y puramente fragmentario que se tiene de ellos. No obstante se puede hacer algún intento de aproximación. No son sino la super-memoria del Logos que opera a través del tiempo, una especie de base de datos etérica de todo lo acontecido desde el principio y de todo lo que acontecerá. Akasha viene a significar éter (no referido, por otra parte, a ninguno de los éteres del plano físico) y es en ésta substancia donde se sitúan estos registros, que dada la codificación que presentan, y no sólo por esta causa, serán sólo accesibles como reflexión de su realidad originaria (reflexiones de diferentes calidades en función del plano al que se pueda acceder para su lectura: de mejor calidad en el plano devachánico y de inferior calidad en el plano astral) y sólo para personas de espiritualidad sublime, y mediante técnicas como el sueño lúcido o la proyección astral por citar algunas.