Los ciegos ante el ser trascendente

“Los ciegos para el Ser pasan, incluso, por ser los únicos que ven de verdad.”
Martin Heidegger

sábado, 6 de junio de 2009

La construcción del Cuerpo de Luz o Iniciaciones


He escrito en alguna ocasión sobre la fundamental coincidencia de las auténticas enseñanzas esotéricas. La iniciación o evolución del hombre, es decir, el paso del ámbito humano (4ª Jerarquía) al Superhumano de los Adeptos (5ª Jerarquía), es la esencia o finalidad de todas estas enseñanzas ancestrales (o basadas en ellas), si es que son auténticas.

Quisiera hoy relacionar el Camino de la Alquimia, o Construcción del Cuerpo de Luz que ha de poseer plenamente el Adepto de 5ª Iniciación con las enseñanzas de El Tibetano.

Nota: He resaltado en negrita algunos fragmentos.

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Por lo tanto se observará que cuándo las distintas energías lle­gan a apropiarse y utilizarse, se convierten en factores condicio­nadores y su sustancia, o mejor dicho la presencia de ciertas ener­gías en el cuerpo etérico de la personalidad, son esenciales antes de poder recibir ciertas iniciaciones. El tema es demasiado com­plejo para desarrollarlo aquí, pero quisiera que consideren con cuidado las diferentes afirmaciones que he hecho, y busquen lue­go la luz dentro de ustedes.

Los rayos son las siete emanaciones de los “siete Espíritus ante el trono de Dios”; Sus emanaciones proceden del nivel moná­dico de percepción o del segundo plano etérico cósmico. En cier­to sentido se podría afirmar que estas siete grandes y vivientes Energías constituyen en su totalidad el vehículo etérico del Lo­gos planetario. Podría decirse también que los procesos evoluti­vos constituyen procesos de eliminación de la sustancia física que se encuentra entre el cuerpo físico denso y el cuerpo astral sensorio, sustituyéndola con sustancia de los cuatro planos superiores, los cuatro éteres cósmicos. Hablando en sentido físico, esta sustitución etérica permite al hombre pasar sucesivamente las cinco iniciaciones, que lo trasforman en un Maestro de Sabiduría.

La primera iniciación concierne exclusivamente al alma del hombre; una vez lograda, penetra una cantidad de energía búdica, llevándose a cabo la trasferencia de los éteres superiores, que son sustituidos por los inferiores. Como es de imaginar, esto produce conflicto; el cuerpo etérico de la persona rechaza el éter superior, produciéndose así las crisis en la vida del iniciado.

El progreso y la iniciación nos han sido presentados como elementos para formar el carácter y servir a la humanidad. Este acercamiento produce también conflicto, entonces la personalidad lucha contra el alma. Pero paralelamente a este bien conocido conflicto se libra otra batalla entre los éteres que componen el cuerpo etérico del discípulo y los éteres superiores descendentes. El hombre no es muy consciente de esto, pero la lucha es muy real, afecta principalmente la salud del cuerpo físico, y tiene lugar en cinco etapas naturales denominadas iniciaciones. El simbolismo del Cetro de Iniciación enseña (durante el proceso iniciático) que dicho Cetro, dirigido por el Cristo o el Señor del Mundo, según el caso, es utilizado para estabilizar los éteres superiores dentro de la personalidad mediante un acceso de energía aplicada, que permite al iniciado retener aquello que desciend­e, pues “así como es arriba es abajo”.

Alice Bailey (El Tibetano),Telepatía y el Vehículo Etérico, Editorial Sirio, Málaga, 2003, pp. 142-143.

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