Se relaciona con el conjunto de esta Sabiduría que existe en el Planeta y que aparece reflejada de alguna manera en todas las doctrinas esotéricas que posean algo de autenticidad y en todas las religiones, si bien, bajo capa de distintos simbolismos y diversas exposiciones. En todas estas exposiciones aletea esta Sabiduría Arcana cuando se tienen las claves para entenderla.
Por esta razón presentamos una de las exposiciones más autorizadas de la doctrina del Karma como es la de Annie Besant.
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KARMA
DE ANNIE BESANT
Un aporte de:
http://www.santuario.cl/
PROLOGO DEL TRADUCTOR
DE ANNIE BESANT
Un aporte de:
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PROLOGO DEL TRADUCTOR
Expone la doctora Annie Besant en las siguientes páginas los principios fundamentales de la ley del karma, de acción y reacción, de causa y efecto, o de causalidad, como también se la denomina, en términos claros y de sencilla comprensión, de suerte que lleguen sin mayor dificultad al entendimiento de quienes no están todavía familiarizados con las enseñanzas teosóficas. Sin embargo, también serán provechosas estas instrucciones para los ya algo versados en Teosofía, pero que aún no comprenden acabadamente el capital principio del karma, que con su gemelo el de la reencarnación constituyen la piedra angular de la Teosofía. Aunque ni por su título ni por el tema de que trata sea nueva esta obra, lo es por el moderno carácter de su refundición, acomodada a los progresos de la metodología teosófica desde que por vez primera se publicó. Del cuidadoso estudio del texto inferirá el lector que el vulgar aforismo: "cada cual es hijo de sus obras” requiere acertada rectificación, de acuerdo con la multimilenaria sabiduría hermética, diciendo que "cada cual es hijo de sus pensamientos" en consonancia con el antiquísimo aforismo de que "el hombre se convierte en lo que piensa". Establece la autora muy claramente la distinción entre "imagen mental" y "forma de pensamiento" que algunas veces se confunden por error en un mismo concepto, cuando psicológicamente consideradas, la imagen mental es la causa y la forma de pensamiento es el efecto, de manera que no puede haber forma de pensamiento sin imagen mental que la produzca, como no es posible una prueba fotográfica sin el clisé que la origine. Uno de los puntos que mayormente inquietan a los principiantes en el estudio de la Teosofía es el de los planos, mundos, niveles o esferas de la naturaleza, pues por insuficiencia del lenguaje humano hemos de recurrir a términos cuya consuetudinaria significación sugieren la idea de lugar o espacio circunscritamente determinado. Sin embargo, el concepto de plano o mundo no denota un lugar como cuando hablamos del mundo físico cuya materia constituyente perciben en sus estados sólido, líquido y gaseoso los normales sentidos que actualmente posee el hombre. Para comprender los conceptos de mundo astral y mental, que con el físico son los necesarios y suficientes para adquirir clara idea del karma, conviene tener en cuenta que esencialmente no hay más que una sola materia, y al hablar de materia física, astral y mental no damos a entender tres diferentes clases de materia, sino una misma materia en tres distintos grados de vibración. La vibración y no la esencia distingue las materias física, astral y mental. Así el plano físico está constituido por materia en determinada escala de vibración; el plano astral está constituido por la misma materia del plano físico, pero en escala más aguda de vibración; y análogamente el plano mental está constituido por la misma materia del físico y del astral, pero en todavía mucho más aguda escala de vibración. Por lo tanto, los planos de la naturaleza no están superpuestos como los pisos de un rascacielos sino que mutuamente se compenetran sin confundirse. La analogía es un procedimiento valiosísimo en todos los métodos de investigación, y así lo aconsejaba la inolvidable maestra Blavatsky. Procediendo por analogía, veremos que en un aposento puede haber las vibraciones acústicas de una gramola, las caloríficas de una estufa, las lumínicas de una lámpara eléctrica, las magnéticas de un acero imanado y las de una sal de radio, y todas actuarán en el mismo espacio sin confundirse ni estorbarse. De la propia suerte, en la esfera de atracción de nuestro planeta existen de continuo vibraciones físicas, astrales y mentales inconfundiblemente compenetradas y distintas por el grado de vibración y perceptibles por el ego mediante el cuerpo o vehículo del mismo grado de vibración. Por consiguiente, una imagen mental vibrará según la tónica mental, pero podrá compenetrarse sin confundirse con vibraciones astrales para constituir la forma de pensamiento o forma astro-mental. Tampoco hay definidas líneas divisorias como murallas o vallas entre estas gradaciones vibratorias, pues no hay en ellas solución de continuidad ni linde que notoriamente las separe, como no hay linde entre los siete colores del espectro solar. Acaso estas ligeras insinuaciones estimulen al lector para proseguir el estudio de las enseñanzas teosóficas que de día en año va corroborando la ciencia experimental.
Pocas palabras serán necesarias para la presentación de este libro. Es el cuarto de una serie de Manuales destinados a satisfacer la pública demanda de una sencilla exposición de las enseñanzas teosóficas. Se han quejado algunos de que nuestra bibliografía es a la vez demasiado abstrusa, excesivamente técnica y muy costosa para el vulgar lector, y esperamos que la presente serie logre satisfacer tan positiva necesidad. La Teosofía no conviene tan sólo a los eruditos. Conviene a todos. Acaso entre quienes en estos Manuales perciban los primeros vislumbres de las enseñanzas teosóficas, haya algunos que se vean impelidos a profundizar en su filosofía, su ciencia y su religión y arrostren sus abstrusos problemas con el celo del estudiante y el ardor del neófito. Mas estos Manuales no están escritos para el fervoroso estudiante que no retrocede ante las dificultades iniciales. Están escritos para las gentes atareadas en los negocios de la vida cotidiana, que anhelan conocer algunas de las capitales verdades que hacen la vida menos penosa de sobrellevar y la muerte más fácil de afrontar. Escritos por servidores de los Maestros, que son los Hermanos Mayores de nuestra raza, no tienen otro objeto que ayudar a nuestros prójimos.
Todo desarrollado pensamiento del hombre pasa al mundo interno, y asociado o mejor diríamos entrefundido con una medio inteligente fuerza de los reinos elementales, se convierte en una entidad activa que como engendrada por la mente sobrevive durante un período proporcional a la intensidad del impulso que la generó. Así un buen pensamiento se mantiene como una fuerza activa y benéfica, y uno malo como un maléfico demonio. De esta suerte el hombre está continuamente poblando su ambiente con un mundo de su creación, henchido de los brotes de sus caprichos, deseos, impulsos y pasiones, que reaccionan sobre cualquier organismo sensitivo o nervioso puesto en contacto con ellos, en proporción de su dinámica intensidad. El budista llama a este fenómeno su escanda; el hinduista le denomina karma. El adepto emite conscientemente dichas formas mentales; los demás hombres las emiten inconscientemente 1. No se ha hecho más gráfica descripción de la esencial naturaleza del karma que la contenida en las precedentes frases tomadas de una de las primeras cartas del Maestro K. H. Si claramente se comprenden en todo su alcance, se desvanecerán la mayor parte de las dudas que obscurecen el asunto, y se percibirá el capital principio subyacente en la acción kármica. Por lo tanto, pueden considerarse dichas frases como la mejor norma de estudio, y así comenzaremos por considerar las facultades creadoras del hombre. Basta para introducción el claro concepto de la inmutabilidad de la ley y el de los planos de la Naturaleza.
Es axiomático que vivimos sujetos a leyes inquebrantables. Sin embargo, cuando nos percatamos conscientemente de esta verdad y la reconocemos positivamente en los mundos físico, mental y moral, nos invade un sentimiento de impotencia como si irremediablemente nos agarrase una vigorosa Potestad que nos zarandeara a su antojo. Pero sucede precisamente lo contrario, porque una vez conocida tal potente Potestad, nos conducirá sumisa a donde nosotros queramos, pues posible es utilizar todas las fuerzas naturales en la proporción en que las conozcamos. "Por obediencia se vence a la Naturaleza" y a nuestra disposición se hallan sus irresistibles energías en cuanto por el conocimiento actuamos con ellas y no contra ellas. En los inagotables depósitos de la Naturaleza podemos escoger las fuerzas que en intensidad, dirección y sentido mejor sirvan a nuestro propósito, y su inmutabilidad afianza nuestro éxito. De la inmutabilidad de la ley dependen los experimentos científicos y todo el poder de trazar un proyecto y predecir el resultado. En esto se funda el químico, seguro de que la Naturaleza dará siempre las mismas respuestas a las mismas preguntas. La alteración del resultado significa para el químico que equivocó el procedimiento y no que la Naturaleza haya mudado el suyo. Lo mismo sucede respecto de las acciones humanas. Cuanto mayor sea el conocimiento, tanto mayor seguridad habrá en el resultado, pues los que llamamos "accidentes" provienen de la acción de ciertas leyes desconocidas o desdeñadas. También como en el mundo físico, pueden proyectarse, calcularse y predecirse los resultados en los mundos mental y moral. La Naturaleza nunca nos traiciona. Traicioneras son nuestra ceguedad e ignorancia. En todos los mundos el poder es proporcional al conocimiento y se identifican la omnisciencia y la omnipotencia. La ley debe de ser tan inmutable en los mundos mental y moral como en el físico, pues el universo es la emanación del Absoluto y la Ley no es más que la expresión de la Divina Naturaleza. Así como toda vida emana de la única Vida, así hay una suprema Ley que todo lo sostiene y como roca de la Divina Naturaleza es el seguro e inconmovible fundamento de todos los mundos.
1. Sinnet: El Mundo Oculto, tomo 1, págs 219 y 220. Edición Española.
FEDERICO CLIMENT TERRER
PREFACIO
PREFACIO
Pocas palabras serán necesarias para la presentación de este libro. Es el cuarto de una serie de Manuales destinados a satisfacer la pública demanda de una sencilla exposición de las enseñanzas teosóficas. Se han quejado algunos de que nuestra bibliografía es a la vez demasiado abstrusa, excesivamente técnica y muy costosa para el vulgar lector, y esperamos que la presente serie logre satisfacer tan positiva necesidad. La Teosofía no conviene tan sólo a los eruditos. Conviene a todos. Acaso entre quienes en estos Manuales perciban los primeros vislumbres de las enseñanzas teosóficas, haya algunos que se vean impelidos a profundizar en su filosofía, su ciencia y su religión y arrostren sus abstrusos problemas con el celo del estudiante y el ardor del neófito. Mas estos Manuales no están escritos para el fervoroso estudiante que no retrocede ante las dificultades iniciales. Están escritos para las gentes atareadas en los negocios de la vida cotidiana, que anhelan conocer algunas de las capitales verdades que hacen la vida menos penosa de sobrellevar y la muerte más fácil de afrontar. Escritos por servidores de los Maestros, que son los Hermanos Mayores de nuestra raza, no tienen otro objeto que ayudar a nuestros prójimos.
CAPITULO 1
KARMA
KARMA
Todo desarrollado pensamiento del hombre pasa al mundo interno, y asociado o mejor diríamos entrefundido con una medio inteligente fuerza de los reinos elementales, se convierte en una entidad activa que como engendrada por la mente sobrevive durante un período proporcional a la intensidad del impulso que la generó. Así un buen pensamiento se mantiene como una fuerza activa y benéfica, y uno malo como un maléfico demonio. De esta suerte el hombre está continuamente poblando su ambiente con un mundo de su creación, henchido de los brotes de sus caprichos, deseos, impulsos y pasiones, que reaccionan sobre cualquier organismo sensitivo o nervioso puesto en contacto con ellos, en proporción de su dinámica intensidad. El budista llama a este fenómeno su escanda; el hinduista le denomina karma. El adepto emite conscientemente dichas formas mentales; los demás hombres las emiten inconscientemente 1. No se ha hecho más gráfica descripción de la esencial naturaleza del karma que la contenida en las precedentes frases tomadas de una de las primeras cartas del Maestro K. H. Si claramente se comprenden en todo su alcance, se desvanecerán la mayor parte de las dudas que obscurecen el asunto, y se percibirá el capital principio subyacente en la acción kármica. Por lo tanto, pueden considerarse dichas frases como la mejor norma de estudio, y así comenzaremos por considerar las facultades creadoras del hombre. Basta para introducción el claro concepto de la inmutabilidad de la ley y el de los planos de la Naturaleza.
CAPITULO 2
LA INMUTABILIDAD DE LA LEY
LA INMUTABILIDAD DE LA LEY
Es axiomático que vivimos sujetos a leyes inquebrantables. Sin embargo, cuando nos percatamos conscientemente de esta verdad y la reconocemos positivamente en los mundos físico, mental y moral, nos invade un sentimiento de impotencia como si irremediablemente nos agarrase una vigorosa Potestad que nos zarandeara a su antojo. Pero sucede precisamente lo contrario, porque una vez conocida tal potente Potestad, nos conducirá sumisa a donde nosotros queramos, pues posible es utilizar todas las fuerzas naturales en la proporción en que las conozcamos. "Por obediencia se vence a la Naturaleza" y a nuestra disposición se hallan sus irresistibles energías en cuanto por el conocimiento actuamos con ellas y no contra ellas. En los inagotables depósitos de la Naturaleza podemos escoger las fuerzas que en intensidad, dirección y sentido mejor sirvan a nuestro propósito, y su inmutabilidad afianza nuestro éxito. De la inmutabilidad de la ley dependen los experimentos científicos y todo el poder de trazar un proyecto y predecir el resultado. En esto se funda el químico, seguro de que la Naturaleza dará siempre las mismas respuestas a las mismas preguntas. La alteración del resultado significa para el químico que equivocó el procedimiento y no que la Naturaleza haya mudado el suyo. Lo mismo sucede respecto de las acciones humanas. Cuanto mayor sea el conocimiento, tanto mayor seguridad habrá en el resultado, pues los que llamamos "accidentes" provienen de la acción de ciertas leyes desconocidas o desdeñadas. También como en el mundo físico, pueden proyectarse, calcularse y predecirse los resultados en los mundos mental y moral. La Naturaleza nunca nos traiciona. Traicioneras son nuestra ceguedad e ignorancia. En todos los mundos el poder es proporcional al conocimiento y se identifican la omnisciencia y la omnipotencia. La ley debe de ser tan inmutable en los mundos mental y moral como en el físico, pues el universo es la emanación del Absoluto y la Ley no es más que la expresión de la Divina Naturaleza. Así como toda vida emana de la única Vida, así hay una suprema Ley que todo lo sostiene y como roca de la Divina Naturaleza es el seguro e inconmovible fundamento de todos los mundos.
1. Sinnet: El Mundo Oculto, tomo 1, págs 219 y 220. Edición Española.
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