Los ciegos ante el ser trascendente

“Los ciegos para el Ser pasan, incluso, por ser los únicos que ven de verdad.”
Martin Heidegger

domingo, 21 de junio de 2009

El fundamento del espejismo mundial


La filosofía hindú, el yoga milenario, la sabiduría arcana, los misterios antiguos, es decir, toda escuela de Iniciación a lo largo de los milenios y en toda la faz del planeta siempre han mantenido que la humanidad en su estado de progreso de nivel general se encuentra dentro de Maya o Ilusión. Una ilusión fruto de nuestras propias acciones y pensamientos desde los albores de la humanidad.

Más en concreto, desde la Tercera raza raíz de nuestro planeta, Lemuria, y fruto del desenvolvimiento de la conciencia en relación al medio material del hombre y no del conocimiento de los mundos internos como ocurría anteriormente, se fue depositando en el llamado Plano Astral -primer plano inmediatamente más sutil que el material en el cual nos movemos en el cuerpo físico- toda una legión de formas mentales y emotivas fruto de nuestras bajas pasiones, tales como egoísmo, envidia, resentimniento y odio entre otras que fueron constituyendo todo este entramado llamado por El Tibetano (Alice Bailey) el Espejismo mundial.

Los fragmentos que presento aquí no están extraídos de su libro El Espejismo (Glamour). Un problema mundial, sino de otra de sus obras La conciencia del átomo.

En ellos se aprecia cómo la propia evolución de nuestra parte material en cuanto conglomerado de átomos que forma nuestras moléculas y, en consecuencia, nuestras células, tejidos, órganos y cuerpo material y, más allá de esto en cuanto somos organismos que forman conglomerados sociales interconectados por vibraciones e intercambios energéticos psíquicos y espirituales, sufrimos una evolución -en la cual participamos conscientemente en la medida en que nos hacemos conscientes de esta sabiduría- y que esta evolución tiene un objetivo consciente establecido por la Jerarquía espiritual planetaria en conjunción con las jerarquías espirituales cósmicas.

"Vimos que la evolución, sea de la materia o de la inteligencia, conciencia o espíritu, consiste en el siempre creciente poder de responder a la vibración que, mediante un constante cambio, progresa por la aplicación de una política selectiva o el empleo de la facultad discernidora y por el método de desarrollo cíclico o de repetición. Las etapas que caracterizan al proceso evolutivo podrían clasificarse en tres, y corresponden a las de la vida del ser humano: niñez, ado­lescencia y madurez. En lo que concierne al hombre, se ma­nifiestan en la unidad humana o en la raza, y a medida que transcurren y progresan las civilizaciones, se podrá observar la misma triple idea en toda la familia humana, y así nos cercioramos del divino objetivo, estudiando su imagen o reflejo, el HOMBRE. Podemos expresar estas tres etapas en términos más científicos y vincularlas con las tres escuelas de pensamiento referidas, y las analizaremos como:

a. La etapa de energía atómica

b. La etapa de coherencia grupal.

c. La etapa de la existencia unificada o sintética.

Trataré de aclarar el concepto. La etapa de energía atómica concierne mayormente al aspecto material de la vida y corresponde al periodo de la niñez en la vida del hombre o de una raza. Es el período de realismo, de intensa actividad, y ante todo de desarrollo mediante la acción, de pura autocentralización o autointerés. Produce un punto de vista materialista y conduce inevitablemente al egoísmo. Involucra el reconocimiento de que el átomo se basta a sí mismo y que análogamente las unidades humanas tienen vida separada independiente de las demás unidades, sin re­lación entre sí. Esta etapa puede observarse en las razas subdesarrolladas del mundo, en los niños y en los individuos poco evolucionados. Son normalmente autocentrados; de­dican sus energías a su propia vida; se ocupan de lo objetivo y tangible, y los caracteriza un necesario y protector egoís­mo. Es una etapa indispensable en el desenvolvimiento y perpetuación de la raza.

De este período atómico y egoísta surge otra etapa, la de la coherencia grupal, que se supone la construcción de formas y especies hasta obtener algo coherente e individualizado, pero constituido por multitud de individualidades y formas menores. En conexión con el ser humano correspon­de a su conocimiento incipiente de la etapa de responsa­bilidad y al reconocimiento del lugar que le corresponde dentro del grupo. Requiere del individuo la capacidad de reconocer una vida superior a la suya, ya se la denomine Dios o se la considere simplemente como la vida del grupo, al cual pertenecemos como unidad, esa gran Identidad de la cual formamos parte. Esto corresponde a la escuela de pensamiento supernaturalista y con el tiempo lo sustituirá otro concepto más amplio y verdadero. Según hemos visto, la primera etapa o atómica, se desarrolló por el egoísmo o la vida autocentrada del átomo, sea el átomo de la sustancia o el humano; la segunda etapa llega a la perfección por el sacrificio de la unidad, en bien de los muchos, y del átomo, en bien del grupo, en el cual tienen cabida. De esta etapa muy poco sabemos y, frecuentemente, la visualizamos y an­helamos. La tercera etapa está aún muy lejana, y algunos la consideran como una vana quimera. Otros poseen la visión y, aunque inalcanzable ahora, es lógicamente posible si nuestras premisas son exactas y sentamos correctamente las bases de la existencia unificada. Entonces no sólo habrá unidades independientes, átomos diferenciados en la for­ma, grupos constituidos por multiplicidad de entidades, sino que tendremos el conglomerado de formas, grupos y esta­dos de conciencia, fusionados, unificados y sintetizados en un todo perfecto, denominado sistema solar, naturaleza o Dios. Los nombres no tienen importancia. Corresponde a la etapa adulta del ser humano; análoga al período de la ma­durez y a esa etapa donde se supone que el hombre tiene un propósito y trabajo definido en la vida y también un bien determinado, llevado a cabo con la ayuda de su inteligencia. En estas charlas quisiera, si es posible, demostrar que algo similar se está llevando a cabo en el sistema solar, en el planeta, en la familia humana y en el átomo. Confío que podré demostrar que en todo subyace una inteligencia, que de la separación vendrá la unión, producida por la fusión y mezcla grupal y que con el tiempo surgirá de 108 dis­tintos grupos un todo perfecto, plenamente consciente, compuesto por miríadas de identidades separadas, animadas por un sólo propósito y una sola voluntad. Si esto es así, ¿cuál es el paso práctico que deben dar quienes alcancen esta com­prensión? ¿Cómo aplicar prácticamente este ideal a nuestras propias vidas y cómo asegurarnos nuestro inmediato deber a fin de participar y cumplir conscientemente con el plan? En el proceso cósmico tenemos nuestra diminuta participa­ción y en cada día de actividad debemos desempeñar nues­tra parte con inteligente comprensión.

Nuestro primer objetivo debería ser la autocomprensión, por la práctica del discernimiento. Aprender a pensar con claridad, a formular nuestros pensamientos y a dirigir nuestros procesos mentales. Saber lo que pensamos y por qué lo pensamos, y descubrir el significado de la conciencia grupal por el estudio de la ley del sacrificio. No sólo debe­mos descubrir en nosotros la primitiva etapa infantil de egoísmo (que ya debiéramos haber trascendido) y aprender a diferenciar entre lo real y lo irreal, por la práctica del discernimiento, sino a pasar a algo mucho mejor. Nuestra meta inmediata debe ser descubrir el grupo al cual pertene­cemos. No pertenecemos a todos los grupos ni es posible saber cuál es nuestro lugar en el gran grupo, pero podemos encontrar algún grupo donde hallar cabida, un conjunto de personas con el cual colaborar y trabajar, algún hermano a quien socorrer y ayudar. Esto involucra practicar conscientemente el ideal de la hermandad, y -hasta haber evolucionado en la etapa en que nuestro concepto es univer­sal- significa que debemos descubrir el particular grupo de hermanos a quienes podemos amar y ayudar por medio de la ley de sacrificio y la transmutación del egoísmo en amoroso servicio. Así colaboraremos en el propósito general y participaremos en la misión del grupo."


Alice Bailey (El Tibetano) La conciencia del átomo, El campo de la Evolución. Primera Conferencia.

Comentario inicial y selección de fragmentos: Juan Dianes Rubio.

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