La aparente separatividad que muestran
los cuerpos en el exterior y la falsa separatividad psicológica que se
experimenta subjetivamente, son sólo una ilusión.
Los trillones de átomos irradiantes de
energía de nuestros cuerpos se comunican a través de los átomos del
aire con los átomos de los demás cuerpos.
Nuestras radiaciones se
interpenetran con las de los demás. Igual ocurre con las radiaciones
emocionales y mentales.
La inmensa energía que nos penetra y nos circunda es de todos y repercute en todos.
El inconsciente colectivo de la humanidad construido durante eones de tiempo es, como dice su adjetivo, “colectivo”, común.
Por otra parte, la cultura es
compartida, existiendo también unas pautas o caracteres humanos que van
más allá de los países y de los continentes: deseos, emociones,
reacciones, genética, cultura global…
La humanidad despertará un poco de su
sueño egoísta, individualista y de separatividad cuando sea consciente
de todo esto y abandone el tremendo egoísmo y violencia que nos
caracteriza en los enfrentamientos que mantenemos a nivel de individuos,
de grupos y de unos pueblos con otros.
Todo lo que hacemos mal, al final nos repercute: es lo que llamamos
Karma, que no es otra cosa que la ley de casualidad vigente tanto en
física como en psicología como, extendiéndose en el tiempo, traspasando los límites de las vida personales de cada uno.
Todo lo que hacemos bien, al final, también lo recibimos.
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