Conozco de atentas lecturas y consideración las enseñanzas rosacruces de Max Heindel y coincido en su gran pureza espiritual. En efecto, es un rosacrucismo cristiano que trata de enseñar el contenido esotérico de los Evangelios y sólo puedo decir que me agrada muchísimo.
Pero también pienso que es una profunda verdad el que no importan en el fondo escuelas, fraternidades, sociedades, etc. Es decir, las organizaciones de diferentes tipos en las cuales uno puede encontrar ayuda pàra caminar en el Sendero, sino sólo en el aspecto, de aquellas que más se pueden adecuar a tu tipo de Rayo (de la Mónada, Ego y Personalidad) así como a tu karma, etc.). Sin embargo, en cuanto al plano de los tres mundos en los cuales nos desenvolvemos (Planos del Espejismo mundial en el sentido que le da El Tibetano) no considero que todas sean iguales. Las hay mejores o peores en cuanto a pureza de doctrina y, sobre todo, al grado de iniciación de sus líderes y al grado de enseñanza que dan. De todos modos es verdad que lo que pueden hacer por uno es darle los elementos necesarios y que es verdad el célebre dicho que "Cuando el discípulo está listo, el maestro aparecerá". La mayor parte del esfuerzo ha de realizarla el aspirante o discípulo. Quien considero la mayor autoridad puesta por la Jerarquía Planetaria para la Enseñanza de la Religión de la Sabiduría (El Tibetano) así lo manifiesta claramente.
Pienso en definitiva, entrando más concretamente en el objeto de este diálogo entre buscadores de la Verdad, que, en efecto, rosacruz debe ser un estado espiritual. En este sentido las diferencias de términos, de símbolos, etc. no tiene importancia. En el fondo quieren indicar lo mismo y conducir a un estado idéntico, se le llame como se le llame. Se dé este estado en Oriente o en Occidente.
Los verdaderos iniciados saben todo esto con sabiduría total. En mi artículo De la coincidencia esencial de los Maestros y Enseñanzas trataba de expresarlo con mayor o menor fortuna.
Inmensamente mejor que ninguno de nosotros, creo que lo podrá expresar un fragmento de El Tibetano:
«A menudo se considera a la voluntad como el poder por cuyo intermedio se realizan las cosas, se inician actividades y se desarrollan los planes. Esta definición general es formulada fácilmente por los hombres, porque la comprenden en términos de su propia voluntad, la voluntad para obtener el propio mejoramiento individual -egoísta y mal comprendida al principio, pero con el tiempo tiende a ser altruista, a medida que la evolución realiza su benéfica tarea. La voluntad será interpretada entonces en términos del plan jerárquico; el hombre individual realizará el esfuerzo para rechazar su propia voluntad, tratando de fusionarla con la del grupo que, a su vez, constituye un aspecto del esfuerzo jerárquico siendo un gran paso hacia la orientación, y conducirá oportunamente a un cambio de conciencia. Esta última frase es muy importante.
La mayoría de los aspirantes se hallan en la actualidad en esta etapa. Sin embargo, la voluntad es en realidad algo muy distinto de las expresiones que existen en la conciencia humana, cuando los hombres intentan interpretar la voluntad divina en términos de su actual etapa de evolución. La clave para su comprensión (la más fácil para ustedes), la tenemos en }as palabras "eliminación de todas las formas". Cuando ha sido vencida la atracción de la sustancia y muere el deseo, entonces predomina el poder de atracción del alma, y el énfasis puesto durante tanto tiempo sobre la forma, la vida y la actividad individuales, es transferido a la forma y propósito grupales. Luego el poder de atracción de la Jerarquía y de los ashramas de los Maestros reemplaza a las atracciones inferiores y a los puntos focales de menor interés. Cuando éstos, a su vez asumen el lugar que les corresponde en la conciencia, puede sentirse el "tirón" dinámico de Shamballa, que no tiene relación con la forma o formas, con un grupo o grupos. Sólo se conoce el sentido grupal de "bienestar", esotéricamente entendido, pues se lo comprende como voluntad al bien. Ninguna forma puede aferrar a la conciencia, ni grupo alguno o ashrama confinará la conciencia del iniciado, pues desaparece todo tipo de diferencia. He dado este preámbulo como un esfuerzo para aclarar sus mentes antes de abocarnos al cuidadoso estudio de la Regla Nueve y llegar hasta su significado esencial.»
Djwhal Khul (Alice A. Bailey), Los Rayos y las Iniciaciones, Editorial Sirio, Málaga, 2002, pp. 219-220
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