Desde las tremendas pruebas que el aspirante tenía que soportar a las puertas del Maestro en el Tibet antes de ser admitido; desde los varios años de silencio que se le exigía al aspirante dentro de la Escuela Pitagórica antes de comenzar los primeros grados de Iniciación; desde el "Conócete a tí mismo" de las Escuelas de Misterios de Grecia, donde una parte vital de ese conocimiento era el que hay que realizar mediante el silencio interior a causa del ruido de nuestros yoes exteriores de la personalidad que impiden el nacimiento y crecimiento del espíritu o alma; desde las enseñanzas chamánicas expuestas por Carlos Castaneda en El Conocimiento silencioso donde el Poder del Guerrero no se realiza sino desde el Punto de Encaje del Silencio interior; desde la diferencia tan bien establecida por Gurdjieff entre Esencia (Alma) y Personalidad (mente inferior, emociones y cuerpo físico) y la necesidad de centrarse en el silencio del Alma para evitar la Ley de Accidente y que nuestra vida vaya a la deriva. Por el contrario, entrar mediante el silencio interior en la Ley de Destino esencial para nuestra realización del Yo Real. Desde las enseñanzas del Tao sobre el No-ser que penetra lo impenetrable y por eso la utilidad de la no acción (wu wei) y de enseñar sin palabras y con el silencio. Por fin, desde el magnífico libro de Helena Petrovna Blavatsky La voz del silencio, hasta las enseñanzas de El Tibetano en su Cuarta Regla del Tratado sobre Magia Blanca, donde este último habla de poner en calma los muchos ruídos de las aguas (emociones y mente inferior) si se quiere escuchar la Gran Voz del Silencio que emiten los Grandes Seres, todo, absolutamente todo, dentro de la Realización mística y del Conocimiento superior (y no olvidemos que deben ir unidas), todo aboga porque no se puede Hollar el Sendero, entrar en ninguna etapa seria de realización interior, paz y desarrollo espiritual -y menos ayudar a nadie en nada-, si no se practica el dominio de la palabra que es como las riendas del caballo para dominar la personalidad, para lo cual es previo ,también, el dominio de las emociones y pensamientos de la mente inferior.
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